Escrito el 15-NOV-08 por Antonio Tintos Recillas
“REPENSARSE, REMOVERSE
Y REENTENDERSE COMO PROFESOR,
UNA DECISIÓN URGENTE
PARA TRANSMITIR VALORES.”
“Los valores
se transmiten
de una manera
subjetiva y casi milagrosa,
por eso
cualquier intento educativo
se convierte
en un acto de fe”
Rodrigo Carvajal Calderón.
¿Usted ha escuchado frases
cotidianas en México como: “El que no tranza no avanza”, “Es tonto el que
presta un libro, pero es más tonto el que lo regresa”, “Total, para que estudio
si gana mas un narco que un profesionista”, “Ellos hacen como que me pagan y yo
hago como que trabajo” , “Nunca avanzaremos los mexicanos porque somos un país
conquistado”, “En México no avanzamos porque somos como los cangrejos que
cuando uno quiere salir el otro lo jala para que se caiga” y otras tantas
frases mas, igual de absurdas y pesimistas? ¡Claro que las habrán escuchado!, y
tal vez, aunque nos cueste trabajo aceptarlo, en algún momento hemos sido
participes de esta pesimista ideología que nos envuelve en nuestro querido México,
y por ende, actuamos como consecuencia de la misma, cayendo en la trampa de ser
cómplices a veces de manera irremediable, de esta maraña de corrupción
“cuatachistamente solapadora” que nos hace creer que realmente, como lo diría
Maquiavelo “El fin justifica los medios”. Y es que, realmente, como decimos
nosotros los mexicanos “Esto no es gratis”, “La burra no era arisca, la
hicieron.”
Y es que, cuando en nuestro
querido país las personas intentan hacer algo utilizando los mecanismos “correctos
y legales” para hacerlo, resulta que se
tropiezan con una serie de obstáculos burocráticamente absurdos que los orillan
a utilizar el último recurso que para muchos ya se ha convertido en el primero
y que es “Soltar la mordida” y digo “soltar” porque realmente el que la esta
dando es el que de manera discretamente corrupta, solicita una forma de pago “extra”
para realizar o como ellos mismos lo dicen “agilizar” el trámite de alguna
documentación, empleo, verificación, proceso y hasta certificación educativa.
Las formas de pago “extra” van desde lo económico hasta los favores meramente
personales, como compensación a dichas “agilizaciones”. Este problema es como
las adicciones, puesto que no respeta razas, sexos, edades y posiciones
sociales. Ustedes estarán de acuerdo en que algunos de nuestros muchachos en
las instituciones educativas han caído en la trampa de manera directa e
indirecta haciéndose cómplices de sus
profesores(as) para lograr liberarse de la carga que les representa
estudiar para aprobar determinada materia, y poder avanzar al siguiente nivel,
haciéndosele una costumbre lograr sus objetivos de esta manera. Claro que para
cometer un acto de corrupción se necesitan dos y con estos dos o tres, es
suficiente para catalogarlo dentro de la ley como una “asociación delictiva” y
si nos vamos mas para arriba como “Crimen organizado.” No se trata de asustar a
los lectores con este ensayo, pero se trata de remover las entrañas para
despertar y darnos cuenta de lo necesario y urgente que es para todos revalorar
nuestra función como educadores, y transmitir los valores mas elementales a
nuestros alumnos como lo son el respeto, la honradez, la tolerancia, la
templanza y todos aquellos que consideremos importantes de acuerdo a nuestra
propia escala de valores.
Aunque ya lo he escuchado un poco
menos, es muy común escuchar a nuestros abuelos decir que “en sus tiempos las
personas eran mas educadas” y que las nuevas generaciones no tienen la menor
idea de lo que son los
“buenos modales.” La situación ha llegado a
tal extremo que también nosotros como profesores nos hemos atrevido a decir que
“los valores se están perdiendo”, la pregunta inmediata sería ¿Cuáles valores,
los de nosotros o los de los alumnos? La pregunta va mas allá de cualquier
respuesta que cualquiera de nosotros como docentes, instructores, facilitadores
o cualquier adjetivo que se nos quiera dar a los que estamos inmersos dentro
del terreno de la enseñanza se atreviera a dar, pues resulta, que nosotros
podremos enseñar cualquier materia teórico practica que se nos asigne, pero
resulta mas que injusto y difícil pretender que enseñemos algo tan subjetivo y
personal como lo son “los valores”. ¿Qué es un valor?, ¿Algo que nos da valor a
nosotros como seres humanos o bien, es algo que nosotros valoramos? Lejos de
comenzar a dar un sin fin de definiciones existentes como comúnmente lo hacemos
en las aulas dando mas importancia a la definición que al valor mismo, es mi
obligación decir que este concepto es tan subjetivo y por lo tanto complejo
desde el momento en que es una forma de pensar, y por consecuencia de actuar
enteramente personal. Así es, pues resulta que lo que para nosotros pudiera
representar un valor, para otra persona de la misma edad tal vez no lo sea, y
mucho menos para un adolescente y mas aún, para un niño. La escala de valores
se hace moldeable de acuerdo a la edad, la generación, el ambiente social, la
familia, el temperamento y el carácter de cada persona. Tal vez sea por esto
que dentro de una familia en donde se supone que por vivir en el mismo ambiente
social tendrían ya no digamos la misma escala de valores sino al menos los
mismos, no ocurre así. Si dentro de una misma familia los valores son difíciles
de fomentar, imaginemos lo difícil que será tratar de enseñarlos en los
colegios, en donde los profesores no solo “exponen” sino que al colocarse al
frente de un grupo de alumnos “se exponen” es decir, no solo transmitimos conocimientos, sino que al interactuar con
los educandos lo queramos o no, transmitiremos gran parte de lo que somos como
seres humanos, transmitiendo desde nuestras diferentes formas de pensar hasta
nuestras diferentes formas de ser y de sentir. Transmitimos los valores que
tenemos introyectados en nuestras personas, para que los alumnos elaboren su
propia escala de valores a veces, pese a nosotros mismos. Claro que nosotros
como figuras de autoridad nos arriesgamos a que muchos de nuestros alumnos
manejen una escala de valores similar a la nuestra por imitación, pero esto no
siempre es una constante a nuestro favor, ni al de ellos, puesto que no siempre
nuestras escalas de valores están estructuradas para el beneficio de los otros.
Los intentos de los colegios por “enseñar valores”se han quedado al nivel de
elaborar absurdos reglamentos e insertar dentro de las curriculas, materias que
dejan la transmisión de los valores al nivel de la memorización más que de la
acción. El logro en esta forma de enseñanza se reconoce desde el punto de vista
de que se están formando “hábitos” en los alumnos que si bien son el inicio
para desarrollar “virtudes” mucho distan de que sea una garantía de que los
alumnos los aplicaran al salir de los colegios, puesto que dependiendo de la
“pedagogía de ambiente” que existe en sus colegios se conducirán como “buenos
muchachos” solo de la escuela para adentro, como por desgracia muchos de
nosotros como profesores o maestros nos conducimos solo dentro de los
planteles,porque al salir sentimos que ya somos “otra cosa”. Esto de manera más
clara significaría que si ocurre un acto de violencia o de un problema
emocional por parte de nuestros alumnos (as) fuera del plantel, a nosotros ya
no nos debería importar, porque después de algunos metros fuera de los
planteles “ya no es problema de la escuela” recordemos que así como la
indiferencia dentro de sus familias representa una “forma de maltrato”, la
escuela como “su segundo hogar” representaría a unos tutores indolentes e
indiferentes de sus problemas. Si esta forma de pensar se aplica en la mayoría
de los mexicanos, nos daremos cuenta porque existen policías, médicos y hasta
sacerdotes que no ejercen su profesión en un caso de emergencia por estar fuera
de sus centros y horarios de trabajo. Claro que tampoco se trata de acosar y
vigilar en todo momento a los alumnos(as) porque además resultaría tedioso e imposible,
sin embargo, si se tuviera un poco más de “conciencia social” esta labor
resultaría mas sencilla.
Después de esta reflexión en
cuanto a la verdadera práctica de nuestra escala de valores surge una pregunta
¿Qué está ocurriendo? Bueno, pues es tan solo el resultado histórico que las
generaciones hemos estado sufriendo a través de los años. No es que ahora haya
menos valores que antes, es solo que ahora ya no se valora lo que antes se
valoraba, pues ocurre que muchas cosas que antes se valoraban, ahora ya
resultan hasta obsoletas. Una muestra rápida la representa por ejemplo, el ya
famoso y tradicional “Manual de Carreño” ustedes no me dejarán mentir al
mencionar que muchas de las “normas de urbanidad” que allí se exponen y que se
supone forman parte de “la buena educación” ahora ya no lo son, puesto que
resultan irrisorias y hasta “sospechosas” para las generaciones contemporáneas.
Después de situaciones como las ya mencionadas, resulta más que evidente porque
nos resulta difícil saber lo que es un valor, pero, más que preocuparnos por
saberlo la preocupación urgente radica en lo que realmente debemos valorar. Es
verdad que para poner en práctica algo primero lo debemos entender, pero
resulta que los valores no son conocimientos teóricos, sino una forma de pensar
que da cómo resultado actuar en consecuencia dentro de la sociedad. Si a este
actuar se le otorga un calificativo de “bueno o malo” entonces cae en el
terreno de “lo moral” por eso también decimos que los valores son morales e
irremediablemente éticos, es decir, solo la persona que los aplica y únicamente
ella, sabrá porque tomó tal o cual decisión dentro de un dilema moral al
aplicar su personal escala de valores. Es por esto que nosotros como profesores
no deberíamos sentirnos frustrados o angustiados por pensar que no sabemos
"enseñar valores” puesto que hasta la primera célula social que es la
familial sé ha visto inmersa en esta subjetividad para transmitirlos de
generación en generación.
Planteado lo anterior solo me
resta sugerir “reforzar nuestra propia escala de valores” para que una vez
reforzada, éticamente le sepamos dar importancia a lo realmente importante,
primero desde nuestra propia escala de valores y luego desde la de cada uno de
nuestros alumnos.
Se dice que “la palabra convence,
pero el ejemplo arrastra” y es por ello que si los alumnos queramos o no, toman
algo de nuestra muy particular forma de ser pues debemos procurar que ese algo
sea positivo.Las palabras, se las lleva el viento, pero cuando estas van
acompañadas de una experiencia significativa quedan grabadas en los surcos
nemotécnicos de la memoria. Nuestro contexto educativo actual nos obliga a
repensar nuestro quehacer educativo, sea o no nuestra vocación, para contribuir
a formar personas con “un alto grado de conciencia moral”,capaces de mover las
piezas del rompecabezas que conforma “lo bueno y lo malo” no solo para su
beneficio sino para el de sus semejantes.
Nuestro México ha venido
sufriendo una serie de “maltratos históricos” debido a las personas que no han
sabido darle la importancia, el valor que se merece como una nación prodiga de
beneficios para todos los que tenemos la fortuna de habitarla. Por todo esto, la importancia de repensarnos,
removernos y reentendernos como profesores, para transmitir valores, surge como
imperativa de nuestra postmodernidad. Es nuestra obligación “intentar” por
todos los medios que nuestros estudiantes sean personas que practiquen los
valores morales positivos, para no incurrir en los viejos errores que llevaron
a los grandes imperios a su propia destrucción.
¿Cómo comenzar?, la respuesta
está en ti “si, en ti” y en cada uno de nosotros, con nuestro ejemplo, con
nuestra disposición, con nuestra constante preparación humana, académica y
finalmente, en nuestra colaboración para aportar nuestro pequeño grano de arena
que contenga la ola de corrupción y violencia que ensombrece nuestra casa que
es México.
Tú ¿qué
piensas?, ¿Vale la pena intentarlo?
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