martes, 1 de septiembre de 2015

“REPENSARSE, REMOVERSE Y REENTENDERSE COMO PROFESOR, UNA DECISIÓN URGENTE PARA TRANSMITIR VALORES.”

                             Escrito el 15-NOV-08 por Antonio Tintos Recillas


“REPENSARSE, REMOVERSE Y REENTENDERSE COMO PROFESOR,
UNA DECISIÓN URGENTE PARA TRANSMITIR VALORES.”

“Los valores se transmiten
de una manera subjetiva y casi milagrosa,
por eso cualquier intento educativo
se convierte en un acto de fe”
Rodrigo Carvajal Calderón.

¿Usted ha escuchado frases cotidianas en México como: “El que no tranza no avanza”, “Es tonto el que presta un libro, pero es más tonto el que lo regresa”, “Total, para que estudio si gana mas un narco que un profesionista”, “Ellos hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo” , “Nunca avanzaremos los mexicanos porque somos un país conquistado”, “En México no avanzamos porque somos como los cangrejos que cuando uno quiere salir el otro lo jala para que se caiga” y otras tantas frases mas, igual de absurdas y pesimistas? ¡Claro que las habrán escuchado!, y tal vez, aunque nos cueste trabajo aceptarlo, en algún momento hemos sido participes de esta pesimista ideología que nos envuelve en nuestro querido México, y por ende, actuamos como consecuencia de la misma, cayendo en la trampa de ser cómplices a veces de manera irremediable, de esta maraña de corrupción “cuatachistamente solapadora” que nos hace creer que realmente, como lo diría Maquiavelo “El fin justifica los medios”. Y es que, realmente, como decimos nosotros los mexicanos “Esto no es gratis”, “La burra no era arisca, la hicieron.”
Y es que, cuando en nuestro querido país las personas intentan hacer algo utilizando los mecanismos “correctos y legales”  para hacerlo, resulta que se tropiezan con una serie de obstáculos burocráticamente absurdos que los orillan a utilizar el último recurso que para muchos ya se ha convertido en el primero y que es “Soltar la mordida” y digo “soltar” porque realmente el que la esta dando es el que de manera discretamente corrupta, solicita una forma de pago “extra” para realizar o como ellos mismos lo dicen “agilizar” el trámite de alguna documentación, empleo, verificación, proceso y hasta certificación educativa. Las formas de pago “extra” van desde lo económico hasta los favores meramente personales, como compensación a dichas “agilizaciones”. Este problema es como las adicciones, puesto que no respeta razas, sexos, edades y posiciones sociales. Ustedes estarán de acuerdo en que algunos de nuestros muchachos en las instituciones educativas han caído en la trampa de manera directa e indirecta haciéndose cómplices de sus  profesores(as) para lograr liberarse de la carga que les representa estudiar para aprobar determinada materia, y poder avanzar al siguiente nivel, haciéndosele una costumbre lograr sus objetivos de esta manera. Claro que para cometer un acto de corrupción se necesitan dos y con estos dos o tres, es suficiente para catalogarlo dentro de la ley como una “asociación delictiva” y si nos vamos mas para arriba como “Crimen organizado.” No se trata de asustar a los lectores con este ensayo, pero se trata de remover las entrañas para despertar y darnos cuenta de lo necesario y urgente que es para todos revalorar nuestra función como educadores, y transmitir los valores mas elementales a nuestros alumnos como lo son el respeto, la honradez, la tolerancia, la templanza y todos aquellos que consideremos importantes de acuerdo a nuestra propia escala de valores.
Aunque ya lo he escuchado un poco menos, es muy común escuchar a nuestros abuelos decir que “en sus tiempos las personas eran mas educadas” y que las nuevas generaciones no tienen la menor idea de lo que son los
 “buenos modales.” La situación ha llegado a tal extremo que también nosotros como profesores nos hemos atrevido a decir que “los valores se están perdiendo”, la pregunta inmediata sería ¿Cuáles valores, los de nosotros o los de los alumnos? La pregunta va mas allá de cualquier respuesta que cualquiera de nosotros como docentes, instructores, facilitadores o cualquier adjetivo que se nos quiera dar a los que estamos inmersos dentro del terreno de la enseñanza se atreviera a dar, pues resulta, que nosotros podremos enseñar cualquier materia teórico practica que se nos asigne, pero resulta mas que injusto y difícil pretender que enseñemos algo tan subjetivo y personal como lo son “los valores”. ¿Qué es un valor?, ¿Algo que nos da valor a nosotros como seres humanos o bien, es algo que nosotros valoramos? Lejos de comenzar a dar un sin fin de definiciones existentes como comúnmente lo hacemos en las aulas dando mas importancia a la definición que al valor mismo, es mi obligación decir que este concepto es tan subjetivo y por lo tanto complejo desde el momento en que es una forma de pensar, y por consecuencia de actuar enteramente personal. Así es, pues resulta que lo que para nosotros pudiera representar un valor, para otra persona de la misma edad tal vez no lo sea, y mucho menos para un adolescente y mas aún, para un niño. La escala de valores se hace moldeable de acuerdo a la edad, la generación, el ambiente social, la familia, el temperamento y el carácter de cada persona. Tal vez sea por esto que dentro de una familia en donde se supone que por vivir en el mismo ambiente social tendrían ya no digamos la misma escala de valores sino al menos los mismos, no ocurre así. Si dentro de una misma familia los valores son difíciles de fomentar, imaginemos lo difícil que será tratar de enseñarlos en los colegios, en donde los profesores no solo “exponen” sino que al colocarse al frente de un grupo de alumnos “se exponen” es decir, no solo transmitimos  conocimientos, sino que al interactuar con los educandos lo queramos o no, transmitiremos gran parte de lo que somos como seres humanos, transmitiendo desde nuestras diferentes formas de pensar hasta nuestras diferentes formas de ser y de sentir. Transmitimos los valores que tenemos introyectados en nuestras personas, para que los alumnos elaboren su propia escala de valores a veces, pese a nosotros mismos. Claro que nosotros como figuras de autoridad nos arriesgamos a que muchos de nuestros alumnos manejen una escala de valores similar a la nuestra por imitación, pero esto no siempre es una constante a nuestro favor, ni al de ellos, puesto que no siempre nuestras escalas de valores están estructuradas para el beneficio de los otros. Los intentos de los colegios por “enseñar valores”se han quedado al nivel de elaborar absurdos reglamentos e insertar dentro de las curriculas, materias que dejan la transmisión de los valores al nivel de la memorización más que de la acción. El logro en esta forma de enseñanza se reconoce desde el punto de vista de que se están formando “hábitos” en los alumnos que si bien son el inicio para desarrollar “virtudes” mucho distan de que sea una garantía de que los alumnos los aplicaran al salir de los colegios, puesto que dependiendo de la “pedagogía de ambiente” que existe en sus colegios se conducirán como “buenos muchachos” solo de la escuela para adentro, como por desgracia muchos de nosotros como profesores o maestros nos conducimos solo dentro de los planteles,porque al salir sentimos que ya somos “otra cosa”. Esto de manera más clara significaría que si ocurre un acto de violencia o de un problema emocional por parte de nuestros alumnos (as) fuera del plantel, a nosotros ya no nos debería importar, porque después de algunos metros fuera de los planteles “ya no es problema de la escuela” recordemos que así como la indiferencia dentro de sus familias representa una “forma de maltrato”, la escuela como “su segundo hogar” representaría a unos tutores indolentes e indiferentes de sus problemas. Si esta forma de pensar se aplica en la mayoría de los mexicanos, nos daremos cuenta porque existen policías, médicos y hasta sacerdotes que no ejercen su profesión en un caso de emergencia por estar fuera de sus centros y horarios de trabajo. Claro que tampoco se trata de acosar y vigilar en todo momento a los alumnos(as) porque además resultaría tedioso e imposible, sin embargo, si se tuviera un poco más de “conciencia social” esta labor resultaría mas sencilla.
Después de esta reflexión en cuanto a la verdadera práctica de nuestra escala de valores surge una pregunta ¿Qué está ocurriendo? Bueno, pues es tan solo el resultado histórico que las generaciones hemos estado sufriendo a través de los años. No es que ahora haya menos valores que antes, es solo que ahora ya no se valora lo que antes se valoraba, pues ocurre que muchas cosas que antes se valoraban, ahora ya resultan hasta obsoletas. Una muestra rápida la representa por ejemplo, el ya famoso y tradicional “Manual de Carreño” ustedes no me dejarán mentir al mencionar que muchas de las “normas de urbanidad” que allí se exponen y que se supone forman parte de “la buena educación” ahora ya no lo son, puesto que resultan irrisorias y hasta “sospechosas” para las generaciones contemporáneas. Después de situaciones como las ya mencionadas, resulta más que evidente porque nos resulta difícil saber lo que es un valor, pero, más que preocuparnos por saberlo la preocupación urgente radica en lo que realmente debemos valorar. Es verdad que para poner en práctica algo primero lo debemos entender, pero resulta que los valores no son conocimientos teóricos, sino una forma de pensar que da cómo resultado actuar en consecuencia dentro de la sociedad. Si a este actuar se le otorga un calificativo de “bueno o malo” entonces cae en el terreno de “lo moral” por eso también decimos que los valores son morales e irremediablemente éticos, es decir, solo la persona que los aplica y únicamente ella, sabrá porque tomó tal o cual decisión dentro de un dilema moral al aplicar su personal escala de valores. Es por esto que nosotros como profesores no deberíamos sentirnos frustrados o angustiados por pensar que no sabemos "enseñar valores” puesto que hasta la primera célula social que es la familial sé ha visto inmersa en esta subjetividad para transmitirlos de generación en generación.
Planteado lo anterior solo me resta sugerir “reforzar nuestra propia escala de valores” para que una vez reforzada, éticamente le sepamos dar importancia a lo realmente importante, primero desde nuestra propia escala de valores y luego desde la de cada uno de nuestros alumnos.
Se dice que “la palabra convence, pero el ejemplo arrastra” y es por ello que si los alumnos queramos o no, toman algo de nuestra muy particular forma de ser pues debemos procurar que ese algo sea positivo.Las palabras, se las lleva el viento, pero cuando estas van acompañadas de una experiencia significativa quedan grabadas en los surcos nemotécnicos de la memoria. Nuestro contexto educativo actual nos obliga a repensar nuestro quehacer educativo, sea o no nuestra vocación, para contribuir a formar personas con “un alto grado de conciencia moral”,capaces de mover las piezas del rompecabezas que conforma “lo bueno y lo malo” no solo para su beneficio sino para el de sus semejantes.
Nuestro México ha venido sufriendo una serie de “maltratos históricos” debido a las personas que no han sabido darle la importancia, el valor que se merece como una nación prodiga de beneficios para todos los que tenemos la fortuna de habitarla.   Por todo esto, la importancia de repensarnos, removernos y reentendernos como profesores, para transmitir valores, surge como imperativa de nuestra postmodernidad. Es nuestra obligación “intentar” por todos los medios que nuestros estudiantes sean personas que practiquen los valores morales positivos, para no incurrir en los viejos errores que llevaron a los grandes imperios a su propia destrucción.
¿Cómo comenzar?, la respuesta está en ti “si, en ti” y en cada uno de nosotros, con nuestro ejemplo, con nuestra disposición, con nuestra constante preparación humana, académica y finalmente, en nuestra colaboración para aportar nuestro pequeño grano de arena que contenga la ola de corrupción y violencia que ensombrece nuestra casa que es México.
Tú ¿qué piensas?, ¿Vale la pena intentarlo?


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