viernes, 4 de septiembre de 2015

BINGO “EN PRO DE LA CONCIENCIA Y EL RESPETO HACIA LOS ANIMALES”

Escrito el 07-05-08

BINGO

                    “EN PRO DE LA CONCIENCIA Y EL RESPETO HACIA LOS ANIMALES”

Bingo, es un perrito que fue adquirido por unas personas que quisieron darle un regalo a un niño de cinco años. Bingo, llegó en una pequeña caja de cartón, con un moño rojo. Bingo, es un perro orejón y melenudo. Sus primeros meses en la casa de su pequeño amo Dominique, son los más felices. Lo quieren, lo tratan bien, juegan con el por mucho
tiempo, y le procuran su comida a tiempo. Bingo es agradecido con sus amos, y siente que los seres humanos son maravillosos.
El tiempo transcurre. Dominique tiene un año más. Su sed de juguetes y mascotas es insaciable. Ahora quiere un gato y un hámster. Por motivo de su cumpleaños sus padres le cumplen su capricho. El pequeño perro tiene ahora dos nuevos compañeros. Un día el gato intenta comerse al hámster. Bingo lo observa desde su pequeña casita en el patio y sale disparado hacia el. Alcanza al gato y lo muerde haciendo que este suelte al hámster. El gato da un maullido saca sus uñas e intenta rasguñar a Bingo. En ese instante, Dominique se da cuenta de lo que ocurre y se apresura a rescatar al hámster, que por el susto, lo ha mordido. Dominique avienta al hamster y se va llorando con su madre, quien asustada le habla a su esposo y llevan al niño al hospital. De regreso, los padres de Dominique deciden deshacerse de las “peligrosas mascotas” y regalan al perro y al gato, ya que el hámster ha desaparecido.
Bingo queda a cargo de una familia que vive a 10 kilómetros de su antigua casa. Bingo está confundido y triste. Recuerda a su amito Dominique y extraña jugar con el. Sus nuevos amos no lo atienden. No lo bañan ni le dan de comer como los anteriores. Bingo tiene hambre y sed.
Un día, los nuevos amos de Bingo dejan su puerta abierta. Bingo ve un camino hacia la libertad y sale corriendo en busca de su antiguo hogar.
El pequeño y flaco animalito, no reconoce ningún lugar de los que recorre, así que detiene sus pequeños pasos para ir olfateando y marcando territorios. Una jauría de perros corre tras el para atacarlo. Los chillidos del pequeño animal se escuchan por toda la colonia así como los ladridos y gruñidos de los perros que lo atacan sin misericordia. La gente que pasa a un lado, se retira asustada, y otros más, observan con indiferencia el salvaje ataque hacia el pequeño perro. Alguien sale, les echa un balde de agua y los perros se dispersan. La pequeña mascota, aunque lastimada y con sus orejas sangrando, corre a refugiarse dando alaridos de dolor. El miedo a otro ataque lo hace seguir su camino.
El pequeño can está lastimado, sucio y con hambre. Pero, aun así continua su viaje.
El animalito sube las escaleras de un puente ante la indiferencia de las personas que prefieren cruzar la carretera arriesgando sus vidas y las de sus hijos. Al pasar del otro lado lo espera una pedrada de alguien a quien no le gusta que los perros usen los puentes. Lo extraño, es que él tampoco los utiliza. Con el dolor de la pedrada en sus costillas y esquivando coches, Bingo corre rápidamente sobre la carretera hacia la que fue orillado a ir por el ¿humano? Mientras que las demás personas empiezan a hacer apuestas acerca de si lo atropellaran o no. Un motociclista casi pierde el equilibrio por esquivar al perro, se escucha el sonido del claxon de un auto y el animalito da un brinco quedando arriba de la pequeña barda que divide los dos carriles. El pequeño perro da un salto hacia el otro carril y un camión de pasajeros pasa rozando su pequeño cuerpo con la llanta; una mujer frena bruscamente su camioneta para evitar atropellar al perro y se estampa en un poste de luz. Por suerte, sin mayores daños. ¡Si las personas cuidaran a sus mascotas no pasarían estos accidentes! pensaba, mientras salía de su auto presurosa, con un pequeño extinguidor en la mano. Bingo da un último salto y logra por fin salir de la carretera dejando atrás el caos vial y su posible muerte. Bingo esta asustado, pero feliz.
La pequeña mascota comienza a reconocer algunos lugares y olores. Está cerca de su antigua casa. El recuerdo de su amito en su pequeña cabecita le hace recobrar el aliento para continuar.
En medio de corretizas y puntapiés de la gente que se le atraviesa, por fin reconoce la fachada de su antiguo hogar. Exhausto de la travesía, se echa a un lado de la puerta y descansa. Sus esfuerzos han dado resultados.
El pequeño perro desconoce cuanto tiempo ha transcurrido. Sin embargo, reconoce los pasos y las voces de su antiguo amito Dominique, acompañado de sus padres dirigiéndose hacia la puerta. Bingo se incorpora y se prepara para el encuentro dispuesto a mover muchas veces la cola, sacar su lengua y pararse en dos patas. La puerta se abre, un fuerte grito sale de la boca de la mamá de Dominique quien dice: ¡Un Horrible perro está a la puerta de la casa!,¡No dejes que se acerque a Dominique! dice el papá.¡Trae una escoba vocifera la señora! El hombre se acerca con la escoba y corren a palos al “espantoso animal” ante la mirada atónita de Dominique, quien no ha reconocido a su perrito, en el flaco, sucio y sangriento animal que acaba de ver correr.
Bingo está deshecho. Comienza ahora su recorrido a la inversa, en busca de cualquier cosa. Ya no cree en “los maravillosos seres humanos” y su viaje, ya carece de sentido. Su vida ahora es una simple analogía de su nombre, de ese nombre que le dio aquella personita que una vez también le dio su corazón. Se encamina hacia la misma carretera que lo guió hasta su antigua casa, volviendo a recibir patadas y pedradas. Bingo camina sobre la carretera cabizbajo, en medio de ruidos de motores y cláxones, solo que esta vez, no se preocupará más por esquivarlos.
                                                                                                               Antonio Tintos Recillas.                     

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