Escrito el 07-05-08
BINGO
“EN PRO DE LA
CONCIENCIA Y EL RESPETO HACIA LOS ANIMALES”
Bingo, es un perrito que fue adquirido
por unas personas que quisieron darle un regalo a un niño de cinco años. Bingo,
llegó en una pequeña caja de cartón, con un moño rojo. Bingo, es un perro
orejón y melenudo. Sus primeros meses en la casa de su pequeño amo Dominique,
son los más felices. Lo quieren, lo tratan bien, juegan con el por mucho
tiempo, y le procuran su comida a
tiempo. Bingo es agradecido con sus amos, y siente que los seres humanos son
maravillosos.
El tiempo transcurre. Dominique tiene
un año más. Su sed de juguetes y mascotas es insaciable. Ahora quiere un gato y
un hámster. Por motivo de su cumpleaños sus padres le cumplen su capricho. El
pequeño perro tiene ahora dos nuevos compañeros. Un día el gato intenta comerse
al hámster. Bingo lo observa desde su pequeña casita en el patio y sale
disparado hacia el. Alcanza al gato y lo muerde haciendo que este suelte al
hámster. El gato da un maullido saca sus uñas e intenta rasguñar a Bingo. En
ese instante, Dominique se da cuenta de lo que ocurre y se apresura a rescatar
al hámster, que por el susto, lo ha mordido. Dominique avienta al hamster y
se va llorando con su madre, quien asustada le habla a su esposo y llevan al
niño al hospital. De regreso, los padres de Dominique deciden deshacerse de las
“peligrosas mascotas” y regalan al perro y al gato, ya que el hámster ha
desaparecido.
Bingo queda a cargo de una familia que
vive a 10 kilómetros de su antigua casa. Bingo está confundido y triste.
Recuerda a su amito Dominique y extraña jugar con el. Sus nuevos amos no lo
atienden. No lo bañan ni le dan de comer como los anteriores. Bingo tiene
hambre y sed.
Un día, los nuevos amos de Bingo dejan
su puerta abierta. Bingo ve un camino hacia la libertad y sale corriendo en
busca de su antiguo hogar.
El pequeño y flaco animalito, no
reconoce ningún lugar de los que recorre, así que detiene sus pequeños pasos
para ir olfateando y marcando territorios. Una jauría de perros corre tras el
para atacarlo. Los chillidos del pequeño animal se escuchan por toda la colonia
así como los ladridos y gruñidos de los perros que lo atacan sin misericordia.
La gente que pasa a un lado, se retira asustada, y otros más, observan con
indiferencia el salvaje ataque hacia el pequeño perro. Alguien sale, les echa
un balde de agua y los perros se dispersan. La pequeña mascota, aunque
lastimada y con sus orejas sangrando, corre a refugiarse dando alaridos de
dolor. El miedo a otro ataque lo hace seguir su camino.
El pequeño can está lastimado, sucio y
con hambre. Pero, aun así continua su viaje.
El animalito sube las escaleras de un
puente ante la indiferencia de las personas que prefieren cruzar la carretera
arriesgando sus vidas y las de sus hijos. Al pasar del otro lado lo espera una
pedrada de alguien a quien no le gusta que los perros usen los puentes. Lo
extraño, es que él tampoco los utiliza. Con el dolor de la pedrada en sus
costillas y esquivando coches, Bingo corre rápidamente sobre la carretera hacia
la que fue orillado a ir por el ¿humano? Mientras que las demás personas
empiezan a hacer apuestas acerca de si lo atropellaran o no. Un motociclista
casi pierde el equilibrio por esquivar al perro, se escucha el sonido del
claxon de un auto y el animalito da un brinco quedando arriba de la pequeña
barda que divide los dos carriles. El pequeño perro da un salto hacia el otro
carril y un camión de pasajeros pasa rozando su pequeño cuerpo con la llanta;
una mujer frena bruscamente su camioneta para evitar atropellar al perro y se
estampa en un poste de luz. Por suerte, sin mayores daños. ¡Si las personas
cuidaran a sus mascotas no pasarían estos accidentes! pensaba, mientras salía
de su auto presurosa, con un pequeño extinguidor en la mano. Bingo da un último
salto y logra por fin salir de la carretera dejando atrás el caos vial y su
posible muerte. Bingo esta asustado, pero feliz.
La pequeña mascota comienza a reconocer
algunos lugares y olores. Está cerca de su antigua casa. El recuerdo de su
amito en su pequeña cabecita le hace recobrar el aliento para continuar.
En medio de corretizas y puntapiés de
la gente que se le atraviesa, por fin reconoce la fachada de su antiguo hogar.
Exhausto de la travesía, se echa a un lado de la puerta y descansa. Sus
esfuerzos han dado resultados.
El pequeño perro desconoce cuanto tiempo
ha transcurrido. Sin embargo, reconoce los pasos y las voces de su antiguo
amito Dominique, acompañado de sus padres dirigiéndose hacia la puerta. Bingo
se incorpora y se prepara para el encuentro dispuesto a mover muchas veces la
cola, sacar su lengua y pararse en dos patas. La puerta se abre, un fuerte
grito sale de la boca de la mamá de Dominique quien dice: ¡Un Horrible perro
está a la puerta de la casa!,¡No dejes que se acerque a Dominique! dice el papá.¡Trae una escoba vocifera la señora! El hombre se acerca con la escoba y
corren a palos al “espantoso animal” ante la mirada atónita de Dominique, quien
no ha reconocido a su perrito, en el flaco, sucio y sangriento animal que acaba
de ver correr.
Bingo está deshecho. Comienza ahora su
recorrido a la inversa, en busca de cualquier cosa. Ya no cree en “los
maravillosos seres humanos” y su viaje, ya carece de sentido. Su vida ahora es
una simple analogía de su nombre, de ese nombre que le dio aquella personita
que una vez también le dio su corazón. Se encamina hacia la misma carretera que
lo guió hasta su antigua casa, volviendo a recibir patadas y pedradas. Bingo
camina sobre la carretera cabizbajo, en medio de ruidos de motores y cláxones,
solo que esta vez, no se preocupará más por esquivarlos.
Antonio Tintos Recillas.
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